miércoles, 23 de agosto de 2023

RUBIALES, DE JULEN A JENNI (by JF Blanco)

 


Poco antes de comenzar el Mundial de Rusia 2018, el seleccionador español, Julen Lopetegui, anunciaba su fichaje por el Real Madrid para después del gran evento. Este anuncio, extemporáneo y totalmente evitable, conmovió al fútbol español, y millones de ojos se volvieron a mirar la reacción del presidente de la RFEF, Luis Rubiales. Este, que aún no estaba en Rusia, anunció que no tomaría una decisión hasta hablar con Julen en persona.

Esto suponía un margen de uno o dos días; en ese intervalo hablé con dos o tres personas y todas opinaban que Rubiales mantendría a Lopetegui en el puesto, ya que, pese a su metedura de pata, era lo mejor para el equipo.

Yo estaba de acuerdo con esto último, pero no con lo primero: sin conocer en profundidad a Rubiales, como personaje público ya había dado muestras de su carácter autoritario y poco dado a perdonar ofensas. El daño a la selección lo podía perdonar, pero la afrenta personal, el desafío a su autoridad, jamás.

Por una vez tuve razón y, a pesar de las 30 o 40 horas que tuvo Rubiales para contar hasta diez, cuando llegó a Rusia tardó veinte minutos en fulminar al ex-portero. Como motivo expuso, claro, el daño causado al equipo; pero ese daño ya estaba hecho y su decisión solo sirvió para aumentarlo. La verdadera razón del despido (en mi opinión) era demostrar que él era el jefe, el macho alfa, el más poronga, como dicen en Argentina (por lo menos en las series carcelarias de Netflix).

Las consecuencias de su chulería fueron de largo alcance: además de la crucifixión pública del ofensor (más que probable títere en este caso de un ser superior; pero esa es otra historia), asistimos al ninguneo de su ayudante Celades y al mal gesto de Fernando Hierro cuando se vio obligado a cambiar sus queridos traje y corbata por el chándal de entrenador. En cuanto a la selección, pasó por la fase de grupos dando tumbos y se despejó de un golpe los famosos cruces cayendo en octavos ante los anfitriones.

Cierto es que no sabemos qué habría pasado de haber seguido Julen en el cargo, pero difícilmente habría sido peor que la realidad. En todo caso, nadie pidió responsabilidades a Rubiales por su decisión. Siguió quitando y poniendo seleccionadores y manejando el fútbol español a su antojo.

(Como colofón, Lopetegui, que lloró de emoción por el recibimiento que le hizo Floren cuando todavía le dolía esta patada en el culo, recibió otra apenas tres meses después; pero esa también es otra historia).

En los años transcurridos desde aquel episodio, Rubiales ha tenido una trayectoria relativamente tranquila. Ha habido cambios de seleccionador, polémica por ciertos contratos, enfrentamientos con la Liga… nada del otro mundo. Su carácter chulesco no se ha visto seriamente puesto a prueba, aunque ha tenido ocasión de asomar aquí y allá.

Pero resulta que en ese mismo período creció como la espuma un fenómeno social que, si bien llevaba años de recorrido, en España siempre había sido anecdótico: el fútbol femenino. No hay aquí espacio para detallar el progreso del mismo, tanto en lo tocante a clubes como a la selección (motín incluido hace un año). En el capítulo final (por ahora), esta selección, pese a la renuncia de doce jugadoras, se vio en la final del mundial y la ganó.

Y aquí reaparece Luis el más poronga Rubiales, pero en su vertiente de depredador sexual: es el gañán alfa, irrespetuoso con las mujeres, despectivo con los hombres que le critican, inasequible al sentimiento de culpa.  El beso a Jenni Hermoso, con ser lamentable, es casi lo de menos, comparado con la ristra de acciones posteriores, que no tienen desperdicio. Así, a los que le critican los llama idiotas, tontos del culo y pringaos. “Es un pico entre dos amigos”, dice. No lo sería tanto, si a Jenni no le gustó, como ella misma dejó claro.

Pero el momento impagable de todo esto es la disculpa que emitió al día siguiente. Como dice Jabois en su gran artículo, no tenía ni idea de por qué se estaba disculpando. Alguien por encima de él (qué difícil es para esta gente tener a alguien por encima) le había obligado a hacerlo y lo hizo, pero de verdad, hombre, que no había necesidad ninguna. Como cuando la Guardia Civil te obliga a soplar y tú solo llevas tres cubatas.

Las palabras del contrito no tienen desperdicio. “Ocurrió de manera muy espontánea” (por su parte, claro). “Sin mala fe por ninguna de las dos partes” (solo faltaba que acusaras de mala fe a Jenni. ¿Por qué? ¿Por no responder con una buena patada en donde duele?). “Tengo que disculparme, no queda otra” (que si quedara, aquí iba a estar yo). “Es una pena que lo sucedido empañe este gran momento” (sí que lo es; a ver si la próxima vez no la cagas).

Hay más: bromitas sin gracia sobre su futura “boda” con Jenni, presiones a la jugadora para que apoye su versión, comunicado falso de la Federación poniendo en boca de Jenni cosas que no dijo, tocamiento de genitales (los suyos esta vez, menos mal) en plena celebración pública… Todo el repertorio del gañán alfa.

Como dije anteriormente, ante esta catarata de reacciones, el beso es lo de menos. Si se hubiera disculpado sinceramente a la primera (momento emotivo, me dejé llevar, lo siento mucho, no volverá a suceder, el elefante ya estaba mayor…), otro gallo le cantaría. Ahora se ve abocado a una más que posible destitución, y la situación lo pilla totalmente desprevenido. Como siempre que un tipo de estos descubre que no puede hacer todo lo que le venga en gana.

(Es una reflexión de J.F. Blanco)

1 comentario:

  1. "¡Ni que te echen la zancadilla, vil jugador de fútbol!"
    El conde Kent a Oswald"
    El rey Lear (William Shakespeare, 1606)

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