martes, 31 de julio de 2018

Taxis y VTC's: Poner puertas al campo

Los taxistas quieren que el modelo de Colau para regular Uber se aplique en todo el país


Resultado de imagen de conflicto de los taxistas el pais

Los catalanes van, como casi siempre, a la cabeza en la resolución de conflictos sociales. Ada Colau buscó una solución sensata para este conflicto, pero el Gobierno la echó abajo por razones procedimentales.

Es un problema universal: sucede en Barcelona, Madrid y en Nueva York. La solución aceptada en principio fuera de las cuotas entre VTC's y el gremio de taxistas, pero es innegable que este "apaño" político choca frontalmente contra los principios de la economía liberal, hecho que Albert Rivera descubrió inmediatamente, absteniéndose en la votación.

Sucede, claro está, que los gremios son asociaciones medievales. Estas agrupaciones consiguieron equilibrar la oferta y la demanda a través de la anulación de la competencia.
En el caso de los taxis españoles hay muchas más luces que sombras: Explotación de asalariados (generalmente inmigrantes); tráfico de licencias; subarriendos, etc.
No se trata, este, de un problema singular en el frenético cambio social de las últimas décadas:
Internet entró en las sociedades como un elefante en una tienda de porcelanas, pero entró para quedarse entre los cascajos, y su universalidad y casi gratuidad ha arrasado con gran parte del comercio y del empleo tradicionales.
Low-cost es el epítome de esa transformación, que ya afecta a los grandes centros de distribución, a las agencias de viajes, al transporte en general..

Es probable que los VTC's prevalezcan durante un tiempo, pero parece inevitable que los "Teslas" se conviertan en el transporte urbano individual más usado: bastará una llamada proponiendo un recorrido y el coche sin conductor más cercano lo llevará a su destino, probablemente más seguro y sin tener que oír la verborrea fascista de Jiménez Losantos.

JGM                 

viernes, 13 de julio de 2018

División de poderes: dividir por cero

Una de las miserias del periodismo político, esa suerte de «histoire événementielle», es la posibilidad de que los acontecimientos rueden más deprisa que la pluma.
Viene al caso lo sucedido a este blogger, cuando próximo a completar una reflexión sobre el artículo de eldiario.es, cuyo titular aparece más abajo, se encontró con la sentencia de Schleswig-Holstein, que desbarataba los planes inquisitoriales del juez Llarena y compañía.
Pero bueno, ahí va lo escrito ayer, aunque ya sería papel amarillento si hubiera sido impreso: 

Llarena suspende a Puigdemont y a los diputados presos (eldiario.es, 10/7/2018)

Personalmente y desde el primer momento, la actuación del juez Llarena me pareció inquisitorial, desproporcionada y más centrada en criterios políticos partidistas que en normas jurídicas, sin olvidar la inhumanidad de retener a los acusados lejos de su hogar, negándoles la libertad provisional por razones espurias. Me malicio que el magistrado haya rebuscado resquicios jurídicos para confirmar una decisión previamente tomada; algo similar a lo que hacen los científicos mediocres cuando seleccionan únicamente las muestras que apoyan sus teorías. 
Imagino el desconcierto de los jueces alemanes cuando hayan recibido la última remesa de miles de folios (38Mb), escritos quizá con el solo empeño de marear la perdiz. Sabido es que los jueces alemanes desconfiaron de las traducciones previas (hubo omisiones) y exigieron traducciones juradas.    
Todos sabemos que defender una argumentación puede hacerse en medio folio con economía y precisión; los CEO's de las grandes firmas así lo exigen a sus consejeros.
Son miles de folios para tratar de justificar una "violencia", de la que las únicas pruebas materiales son los vídeos que muestran la actuación de los “a por ellos” el 1-O; lo demás, a mi buen entender, es retórica legalista y exceso de imaginación
.
En este desdichado país, donde aún prevalece una jurisprudencia medieval, la Justicia siempre ha estado al servicio de los otros poderes: al de los Borbones, antes y después de su absolutismo; de los Gobiernos, sobre todo los más conservadores; o de  los poderes económicos, pergeñando “doctrinas” que exoneren a los banqueros mangantes o a los constructores chorizos. Recordemos, asimismo,  los tejemanejes de aquel ministro Trillo, sí, el “juntacadáveres” del Yak42, y al que el Consejo de Estado consideró responsable de la tragedia.
Concedo, naturalmente, que la mayoría de los jueces hace un trabajo digno, a veces con medios precarios; pero sí me parece criticable el corporativismo que les hace no denunciar los desmanes de otros colegas.
Recordemos aquel grotesco episodio en el que nada menos que el Presidente del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) y del Tribunal Supremo, ya fallecido, gastó durante tres años dinero público en sus “semanas caribeñas” (cuatro días de asueto, de jueves a martes) con francachelas en Puerto Banús con sus guardaespaldas.
Todos los sabían e, incluso, parece que algunos compartían esa “semana laboral reducida”, pero solo uno, el vocal José Manuel López Benítez, se atrevió a denunciarlo.
Resultado; La asociación Preeminencia del Derecho, del abogado José Luis Mazón, interpuso ante el Supremo una denuncia contra Dívar al que acusó de estafa o apropiación indebida, o malversación de caudales públicos, pero en el pleno extraordinario de los vocales el grupo progresista (cuatro de once) reclamaron la dimisión de Dívar. Los otros siete, por el contrario, pidieron la renuncia del ¡denunciante! por algún defecto procedimental en su denuncia.
El difunto Dívar se vio obligado a dimitir, pero no devolvió un duro de sus francachelas. El fallo fue que no tenía por qué dar cuenta de sus gastos, aunque se tratara de dinero público….

 ----------------------------------------------------------------------------------------------------------
13 Julio 2018
Sirva como muestra del desconcierto que la sentencia del tribunal alemán ha causado en el nacionalismo español la noticia que aparece en El País digital de esta fecha:

Llarena se debate entre renunciar ya a la entrega de Puigdemont o acudir al tribunal de la UE

En primer lugar la noticiade ese digital aparece escondida entre otras y por detrás de la del concierto de Pearl Jam en el festival Mad Cool.
Ya no se trata de las decisiones de ese juez, sino que es el menguado prestigio del Tribunal Supremo lo que está en juego. El artículo del País baraja todas las posibles opciones de este Tribunal, a cual más disparatada, pero en cualquier menos alocadas que lo que propugnan el “demócrata “ Estéban González Pons y el “abogado” Pablo Casado. Este último, en un rapto de delirio marca “Plaza de Oriente”, pide la salida de España del espacio Schengen.  Se nota que el vertiginoso paso sobre los manuales de su carrera le impiden considerar que eso significaría la vuelta a casa de los españoles que tuvieron que ir a trabajar a Europa por culpa del desastre socio económico que su partido mantuvo durante siete años.  

La sentencia del tribunal alemán muestra claramente que no existió violencia por parte de los impulsores del referéndum y, en cuanto, a la malversación, lo tienen crudo el TS después de la declaración de la máxima autoridad económica, la del ministro de Hacienda, Montoro, que nego taxativamente que se hubiera gastado dinero público en el referéndum. Solo cuentan, pues, con los datos entregados por la Guardia Civil. 

En suma, ni los jueces del Supremo, ni los políticos nacionalistas españoles tienen la menor idea de lo que ha sucedido en Cataluña desde el nefasto fallo del Tribunal Constitucional -otro que tal baila- en junio de 2010, cuatro años después de que el PP lo denunciara a ese Tribunal.
En julio de 2006, año en que se aprobó el Estatut, el porcentaje de independentistas era del 14.9%. Siete años despúes, en noviembre de 2013, ese porcentaje había ascendido hasta el 48.5%. Un ascenso meteórico que ni el mismo Felipe V hubiera suscitado, pero no creo que los catalanes se lño vayan a agradecer a M. Rajoy.

En mi opinión, estamos en un claro caso de cooptación, que el Diccionario de Política de Norberto Bobbio y Nicola Matteucci (Siglo XXI de México) define así:

"La cooptación, desde su concepción politológica, tiene que ver con control y la repartición de rentas menores, evitando la autonomía y el poder de otro distinto al poder central omnipotente."

JGM