martes, 28 de enero de 2014

Gallardón, ¿monaguillo de Rouco?




Es harto conocido el tránsito histórico de algunos políticos desde la izquierda a la derecha, incluso a la extrema derecha. Llaman más la atención los virajes bruscos, similares a los que en el credo religioso sufrió el ministro Fernández en su conversión paulina –el dice agustiniana, pero da igual: saltar del siglo XXI, sea al siglo I o al siglo IV, no implica grandes diferencias.




En el caso de la política, es notorio el viraje del ministro Gallardón. El que aparecía como la gran esperanza blanca del conservadurismo ilustrado, como el líder de una derecha civilizada, a la francesa, se ha convertido bruscamente en un esperpento facha, despreciado incluso por la líder de la ultraderecha de ese país vecino, por Mme Le Pen.

Porque, veamos: según el padre de este azote de las mujeres, el niño era ya un fascista de cuidado, pero aparecía, sin embargo, ante los ciudadanos como un político “progre”: Fue el primer alcalde importante que casó a dos gays, y también quien permitió la venta libre de la píldora postcoital a las chicas de Madrid.
Fue asimismo el único en el PP que en 2004 intentó que su partido hiciera autocrítica sobre el gran fracaso electoral tras el 15-M. Su comentario “algún error debemos haber cometido”; supuso una declaración que los miembros del PP y sus voceros consideraron desleal por haberla pronunciado cuando estaban cuestionando entre ellos la legitimidad de la victoria de Zapatero.

¿Qué sucedió para que el refinado hombre público sufriera una involución fulminante? ¿Para que actúe así el miembro de asociaciones como la Fundación Wallenberg, que lleva el nombre de aquel pimpinela sueco, y cuya misión declarada es el desarrollo de campañas de concienciación pública en los valores de la solidaridad cívica?
¿Por qué ha decidido pasar de ser el político más valorado en 2006, al menos valorado hoy, en un Gobierno donde no aprueba nadie?
Quizá la razón de ese cambio radique en su reconocida ambición. Tras ocho años en la importante Comunidad de Madrid, pensaría que su próximo escalón sería darse a conocer como ministro, llegar a presidente de su partido y, de ahí, saltar al Gobierno de la nación.
Pero quia, la zancadilla política es tan antigua como el propio arte de gobernar. Aznar, ese Rasputín de la política, parecía decido a alterar los planes a quien consideraba un contrincante peligroso. Así, primero, en 2003,  le obliga a dejar la presidencia de Madrid y a presentarse como alcalde de su capital, cediendo el puesto a Esperanza Aguirre. Resultado: pasar del gobierno de 6.4 millones de habitantes al de solo 3.2; es decir, la mitad.
 Probablemente Aznar, en su renuncia a una tercera reelección pensaba tomarse un descanso, ganar unas pesetillas en la troupe mediática de Murdoch, aprender el inglés, y tras haber dejado como sustituto al dócil Rajoy, recuperar, triunfador, la presidencia para otros pocos años. Pero, como dijo aquel filósofo marxista, la historia es un proceso caótico, y unos moros desarrapados le fastidiaron el pasodoble en aquel triste 11-M.
  
En 2008, Aznar alecciona a Rajoy para que no lo incluya, ni como número dos, como pretendía el propio Gallardón, ni como nada, en las elecciones de ese año.
Al fin, consigue en 2011, ir en las listas de Rajoy, en cuarta posición, y ¿qué hace como ministro de Justicia? Pues sacarse de la manga la Ley de Tasas, que niega prácticamente la Justicia a los menos favorecidos, y el Proyecto de Ley Antiaborto, un insulto a las mujeres y un grave perjuicio para todos.  Resultado: se hunde en la valoración de los ciudadanos, pasando al último lugar, junto a esa absurda ministra santurrona, que delega la solución del paro a la Virgen del Rocío.
 
¿Por qué, un polítictan experimentado se ha metido en esos laberintos, sobre todo en el último, en el del aborto? Quizá la respuesta radique en ese afán por llegar a la presidencia de su partido y del país, y en que dado que por la izquierda del PP le cerraron todos los caminos, lo intente ahora por la derecha.
De todas formas no cuadra bien que la cabeza de la derecha “civilizada” pase de golpe a convertirse en un sacristán de pueblo, en una rata de confesionario, en un mamporrero del repelente Rouco.
Y todo ello en un país en el que el número de católicos desciende vertiginosamente: ya sólo el 13 por ciento de los que se dicen católicos son practicantes, con un altísimo porcentaje de jóvenes que pasan de las religiones.

Suponemos que la presión interna y la europea acabarán eliminando los puntos más conflictivos de ese aberrante anteproyecto y, posiblemente,  y se darán por satisfechos simplemente por  haber eliminado una ley del PSOE de 2010. Parece que todos  lo dan por hecho en ese partido de granujas menos ese neocatecúmeno misógino. 

La última payasada de ese ministro ha sido decir que su ley será positiva para la economía del país.

Julio G Mardomingo

La viñeta del astronauta es de "Mongolia"
La de más abajo es de "El Roto"