domingo, 31 de julio de 2016

¡Adios, Cuarto Estado! ¡Adios para siempre"

La crisis expulsa de la clase media a tres millones de españoles

El desempleo y la precariedad laboral explican el 75% del aumento de la desigualdad en este periodo, según un estudio de la Fundación BBVA y el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie). (ABC. 6 Mayo 2016).
                      
En 1719, el señor Crusoe (nacido Kreutznaer) instaba a su hijo Robinson a no llevar a cabo empresas descabelladas, ni  aventuras que no se correspondieran con su clase social: la que él padre denominaba “la clase media; la mejor del mundo, la más apropiada para la felicidad humana; la clase envidiada por todos, ya que las calamidades de la vida eran siempre compartidas entre las clases más altas y las más bajas.”
Sostenía, así, ese hombre prudente y austero, que la clase media era la que sufría menos desastres y la que  no estaba sujeta a tantas vicisitudes como las otras dos, las más altas y las más bajas.

No es preciso entrar en consideraciones sobre qué son las clases  sociales, un proteico concepto sociológico donde se mezclan status económico, social, cultural, familiar, …
El que puede considerarse como el más trascendente escrito político de todos los tiempos: el Manifiesto Comunista de 1848, comenzaba su primer capítulo diciendo de forma apodíctica que “La historia de la Humanidad es la historia de las luchas de la clases sociales”; bien que solo al final de su existencia, intentó el sabio de Tréveris aclarar qué era eso de las clases sociales. Desgraciadamente solo consiguió escribir media cuartilla antes de que la muerte le sorprendiera; su incondicional amigo Federico Engels puso el lacónico epitafio en esa página: “Aquí acaba el manuscrito”.
No es menester, pues, meterse en averiguaciones sociológicas, bastaría con consensuar una fórmula empírica con los parámetros más adecuados en cuanto a usos y costumbres; pero el que más y el que menos tiene una idea para clasificar socialmente a sus vecinos más próximos: “esos son de quiero y no puedo”, “aquellos son pobres de necesidad”, “estos marchan bien” “esos son ricos de toda la vida”, “aquellos están siempre a la cuarta pregunta” “A los padres les fue bien con Franco, pero los hijos son unos desgraciados” ,”esos  no llegan a fin de mes”, etc. Ya la OCDE facilita una aplicación on-line que permite, mediante un test, descubrir la posición social relativa de un hogar, evitando así cualquier autoadscripción.   Basta ahora con observar el cambio de modos la gente en los barrios, los cambios en el consumo. Este bloguero, que nació y vivió 30 años en el barrio de Argüelles de Madrid, ha observado la proliferación de comercios que nunca había habido.

La reflexión de este post no está, pues, de esa discusión académica sobre las clases, sino que trata del fenómeno socio económico que, parodiando lo de Ortega, es un hecho que más para mal que para bien, está sucediendo y que parece imparable: el declive hasta la desaparición de la clase media, fuere lo que hubiere sido.
Se acabó el sueño del economista austro-norteamericano Joseph Schumpeter que consideraba a las clases sociales como los hoteles o los autobuses, siempre llenos de gente distinta. Ahora hay una clase poderosa, que con unos fieles aliados se refuerza vertiginosamente y, abajo, una clase que ya no se puede llamar proletariado, sino el “precariado”, o lo que el Banco Mundial –esa institución a la que Rudi Dornbusch consideraba, junto con el FM, como “un juguete de los EE.UU para desarrollar su política económica en el exterior”- llamó “los vulnerables”.   
No es el que fenómeno haya aparecido bruscamente, sino que ya mediados los ochenta del siglo pasado , Neal H. Rosenthal, funcionario del Departamento de Trabajo de Estados Unidos bajo la Administración Reagan, se preguntaba si no habría comenzado ya una polarización de las rentas conducente a la creación de un estrato de población muy rico y una masa proletarizada, lo que implicaba la desaparición de la clase media.
  Uno de los trabajos pioneros en advertir el peligro de la Gran Recesión y de las convulsiones sociales que traería consigo  fue “Bye, bye, middle class” del recién fallecido Rudi Dornbusch, un economista alemán, profesor del MIT, que ya en 1997, mucho antes de la actual Gran Recesión, enunció la conocida ley que lleva su nombre:

"En economía, las cosas tardan más en pasar de lo que pensabas, y después ocurren más deprisa de lo que creías”.


Las causas de este terremoto social son variadas y concurrentes e, incluso, se pueden establecer los hitos del fenómeno. El primero, el neoliberalismo Resultat d'imatges de reagan y tatcheraynrandiano de Reagan y Thatcher, que llegaron a conocer al final de sus mandatos el derrumbe del entramado comunista, con sus consecuencias en cuanto a la glorificación del capitalismo como único sistema posible.
Resultat d'imatges de warren buffet class warA partir de esas fechas comienza el declive del "big government", con el rápido trasvase al ámbito privado de los servicios y actividades productivas que los gobiernos daban a sus ciudadanos. A este cambio le siguió el debilitamiento del welfare state, de la gran transformación social engrandecida a partir del fin de la IIGM; y ya, en las últimas décadas sobrevienen la globalización, la desindustrialización, el abaratamiento de las nuevas tecnologías, el libre comercio, la deslealtad de las grandes corporaciones frente a la pequeña burguesía, la desregulación de los mercados financieros, la deslealtad de los grandes hacia el negocio minoritario y la masiva deslocalización de las industrias que proporcionaban empleo a los ciudadanos en los  países desarrollados. Un empleo que hoy vislumbra la subsistencia de mil quinientos millones de trabajadores en los países de empleo de bajo coste.
Algunos sostienen los beneficios de esta transferencia del trabajo aduciendo cómo la oferta que los productos "low cost”: textil, zapatos, electrónica, gadgets y todo tipo de mercaderías aumentan exponencialmente el poder adquisitivo de los ciudadanos de los países más avanzados; pero los altos niveles de desempleo no parecen compensados con esa oferta de productos  baratos, y que abocan, tanto a los trabajadores manuales como a los mediaban en esa producción, al desempleo o a servir en el sector terciario en empleos poco cualificados .

El fenómeno parece universal, pero parece acrecentado en España. En cualquier caso, es el  que más nos interesa aquí y ahora. 
Según un reciente informe del economista Francisco J. Goerlich Gisbert recientemente  publicado (Abril 2016) por la Fundación BBVA y el Ivie, en el periodo comprendido entre los años 2007 y 2013 tres millones de personas, «han pasado de verse como clases medias participantes del progreso a sentirse vulnerables a las consecuencias de situaciones difíciles, como es la actual crisis económica». Cifras que según un estudio de Joaquín Estefanía, publicado en El País (Mayo 2016), significan que en ese periodo el porcentaje de personas desplazadas al segmento social más bajo subió casi 12 puntos  (del 26,6% de la población al 38,5).
Según el mencionado informe de Goerlich, la principal causa de esta desigualdad ha sido el desempleo y la precariedad laboral, que explican el 75% del aumento de la inequidad que se ha producido en estos años. Cierto es que los más perjudicados fueron los estratos de la clase media más baja, alrededor de un 30% de sus componente, con un paro de larga duración a Julio-2016 de 2.662.500 personas, dos millones más que  cuando comenzó la crisis y un 60% del paro total.



¿Qué factores han conseguido mitigar en parte este desbarajuste social? Por un lado, las políticas públicas: prestaciones por paro o ayudas ampliadas; por otro, el sistema de pensiones y la solidaridad de las redes familiares: Vivir de la pensión de los padres o los abuelos; sacar a esto últimos de las residencias que  consumían la mayor parte de la pensión; tirar de los ahorros familiares; vender los objetos de valor; reducir el consumo a lo imprescindible, etc.
Estefanía considera que el ahorro de las familias se está agotando y que si mantienen las cifras de desempleo, de empleo precario y los salarios de miseria, este sostén se agotará en dos años.
 En cuanto a las pensiones, ya se encargado esa nulidad política, Rajoy, de acabar con la hucha que dejó Zapatero para, así, rebajar los impuestos a la clase más poderosa, a los que con la mayor probabilidad constituyen ese 30% del censo electoral que lo vota incondicionalmente pese a su estulticia y su corrupción.
¿Qué pensiones van a devengar los que no han podido trabajar por falta de empleo o los que cotizado en los niveles más bajos y de forma esporádica? Es el fin del sistema de reparto.




                                        La insolidaridad de la clase empresarial no se ha limitado a aprovechar las leyes que a su favor dictaron Rajoy y sus secuaces para facilitar los despidos a las empresas -según un estudio de CC.OO, las empresas se deshicieron de más de 8 millones de trabajadores en el periodo entre 2006 a 2015- , sino que han aprovechado el parón de su crecimiento para invertir en dispositivos y aplicaciones high-tech, y despedir a sus trabajadores fijos.
Hace unos meses criticábamos en este blog un artículo del secretario de IU, Alberto Garzón, publicado en la revista tintaLibre,  en la que sostenía que  El progreso tecnológico crea muchos más puestos de trabajo de los que destruye”. Probablemente se trate simplemente de un intento más  de los comunistas de seguir defendiendo las tesis marxianas frente a los luditas.
  Ya el precursor de la cibernética, Norbert Wiener, aventuró que "la máquina automática es el equivalente económico del trabajo de esclavos y que cualquier forma de trabajo que compita con ella tendrá que aceptar las consecuencias económicas del trabajo de esclavos". Y más reciente, Jeremy Rifkin, en su obra "Fin del trabajo. Nuevas tecnologías contra puestos de trabajo..." muestra su poca fe en un futuro "tecnoparaíso", sostiene, más bien, que en lo sucesivo, ni el mercado ni el sector público podrán rescatar el creciente desempleo tecnológico.

  Hay un ejemplo palpable en el sector bancario de este país: Los bancos y cajas de ahorro cuentan con más de 62.000 cajeros automáticos. Cada una de estas máquinas, trabajando 24 horas todos los días del año realiza una función equivalente a cinco de los tradicionales empleados de caja. Su precio según la firma norteamericana Diebold, que controla más del 50% de estas máquinas en el país, oscila entre 5.000 y 25.000 dólares, Resultat d'imatges de cajeros automaticos españadependiendo de su conexión a la web u otras funcionalidades. El coste mensual de mantenimiento es de alrededor de 1.000 euros.
Desdiciendo al señor Garzón, un solo técnico informático es capaz de programar en pocas semanas la aplicación que los hace operativos.
Para aumentar su ahorro los bancos están ahora en pugna con el Gobierno, porque quieren repercutir esos costes con  los usuarios que los utilicen en variadas circunstancias, p. ej., en entidades distintas a la de sus cuentas.

 Según un informe del Banco de España desde 2009 a 2015 han desaparecido 66.500 puestos de trabajo en ese sector. Solo entre 2012 y 2013 se eliminaron 18.626 empleos, la cifra más alta tras los 15.622 que se redujeron en 2011 y los 11.589 en 2012. Unos ajustes que parece que no han tocado fondo, ya que la Fundación de las Cajas de Ahorros (Funcas) calcula que hasta 2019 el sector bancario reducirá en 14.500 personas su plantilla y que se cerrarán 3.000 oficinas. En una proyección a fines de 2016, la pérdida de empleos en la banca será de 79.801.
  El Banco Popular presentará a finales de septiembre o comienzos de octubre de este año un plan de reducción de personal de entre 2.500 y 3.000 empleados, que equivale entre el 16% y el 20% de su plantilla.  
Este sector, el bancario, junto con el funcionariado medio constituía uno de los pilares de esos sectores clasemedieros.
¿Qué tipo de empleo se crea para contrarrestar esas pérdidas del párrafo anterior?
Acaban de convocarse 1.606 plazas fijas de personal laboral para la Resultat d'imatges de oposiciones a correossociedad anónima estatal Correos, para las que se prevé una concurrencia masiva pese a que los sueldos anunciados para 2017 fluctúan entre 548 y 720 euros, que sumados a los complementos correspondientes no alcanzan aquellos mil euros que tanto lamentaban  los mileuristas antes de la Gran Crisis.

Parece pues, que aquellas previsiones de Marx, según las cuales auguraba la desaparición de esa clase a la que Marx denominó pequeña burguesía, se van a cumplir mediante el incremento sostenido entre los extremos más altos y más bajos en la distribución de la riqueza.

JGM