viernes, 18 de diciembre de 2015

Los cristianos que Nerón nunca mató

El País 11 Diciembre 2015
Los cristianos que Nerón nunca mató
Una nueva investigación confirma que el emperador romano no ordenó persecuciones de cristianos tras el incendio de Roma

El artículo de El País que da título a la cabecera confirma que Nerón nunca persiguió a los cristianos, y lo fundamenta en un análisis publicado en el Journal of Roman Studies de la Universidad de Cambridge, en el que Brent D. Shaw, catedrático de Humanidades en la Universidad de Princeton demuestra exhaustivamente que los apóstoles Pedro y Pablo no fueron ajusticiados por sus creencias y que el martirologio cristiano es un mito.                                                                                                 Apenas hay información sobre Pedro,  y en cuanto a Pablo, fue al parecer ejecutado en Roma, reo de subversión  a instancias de los judíos, no de los romanos. Parece que se prodigaron estos hechos y que fueron las denuncias de los judíos las que propiciaron el prendimiento de algunos cristianos por las autoridades romanas. En el fondo se trataba de deshacerse de unos competidores peligrosos en su negocio también basado en la fe.
Desmonta, así, este profesor de Princeton,  por anacrónicas, las teorías de Tácito sobre el martirologio cristiano y sostiene que a los cristianos no se les conocía como grupo organizado en tiempos de Nerón, que los romanos no distinguían entre judíos y cristianos.                                                                                                                       Ya fuera Voltaire quien en la segunda mitad del siglo XVIII, expresara sus dudas sobre las persecuciones romanas a los cristianos. Según este autor, para los romanos todos fueron considerados  judíos hasta finales del siglo I, hecho que Suetonio alargaba hasta finales del siglo II; y ni el Senado ni los emperadores se inmiscuyeron en sus creencias. Los romanos eran muy tolerantes con los dioses, no profesaban todos los cultos ajenos, pero si los permitían de acuerdo con el gran principio del senado y el pueblo romano "Deorum offensae diis”, de que solo a los dioses corresponde vengar las ofensas hechas a los dioses. Todo lo contrario de la dictadura monoteísta de las tres religiones abrahámicas: recordemos el episodio bíblico del Becerro de Oro (Lev.32:20), donde un Jahvé enojado por la adoración a una estatua, exclama iracundo“¡ningún dios delante de mí!, y pide a Moisés que en venganza “mate cada uno a su hermano, a su amigo, a su deudo”, así hasta exterminar a unos tres mil del pueblo judío.

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Decía César Borgia, aquel arzobispo de Valencia que ya a los diecinueve años era capitán general del ejército del Vaticano y llegó a cardenal con casi veinte años de edad, que “Detrás de cada fortuna  hay un crimen”. No le faltaba experiencia a esa joven promesa.
¿Cuántos crímenes, cuantos fraudes, cuántas estafas, cuanta iniquidad hicieron posible el auge, la supervivencia del Imperio de la Iglesia Católica hasta nuestros días?
Nació la Iglesia Imperial con el fraude la de “Donación de Constantino” mediante la falsificación de un documento supuestamente otorgado alrededor del año 300 por Constantino el Grande, por el que reconocía como soberano al papa Silvestre I, al que donaba la ciudad de Roma, las provincias italianas y el resto del Imperio romano de Occidente.
Fueron escasos los humanistas que durante seis siglos dudaran de la autenticidad de la “Donación de Constantino”. Fue preciso esperar hasta el año 1440, para que el filósofo y filólogo italiano Lorenzo Valla demostrara de forma indubitable que la tal “Donación” era un engaño. Se sirvió para ello del análisis lingüístico del texto, que mostraba giros idiomáticos y términos que no existían en la supuesta época de su creación. A partir de ahí fueron numerosos los latinistas que corroboraron el fraude del Documento apócrifo, situando su redacción alrededor del año 750, cuando el papa Esteban II negociaba territorios con los francos.                                                          Fue al inicio y progresión del siglo IX, cuando los papas oficializaron el “documento”  y pidieron su ejecución para convertirse en emperadores universales del cristianismo. Esta superchería sirvió al papado para gobernar los territorios en Italia conocidos como los Estados Pontificios.                                                                                                            
El reparto del mundo de Occidente entre el papado y el poder secular fue causa de las terribles guerras de religión que asolaron Europa durante el siglo XVI.  Unas guerras que aniquilaron un cuarto de la población de Alemania y que llevaron a España a una ruina económica duradera.                                                                                                                       Fue el papado quien, a la vista del tránsito de oro y plata desde América, elevó a Carlos I de España a emperador del Sacro Imperio, con las consiguientes obligaciones bélicas en Europa y ruina interior de España. No bastaban los cargamentos de oro y plata desde las expoliadas colonias americanas para financiar las guerras contra  los países que trataban de librarse del saqueo romano, sino que eran los campesinos españoles los que tenían que pagar las deudas a los banqueros alemanes. Una herencia que aún perdura como una losa sobre este Estado fallido[i] que aún sigue entregando una parte del fruto del trabajo de los ciudadanos, creyentes o no, a esa institución holgazana, codiciosa y estéril que solo aplicó el precepto del Génesis de ganar el pan con el sudor de la frente al esfuerzo de los demás para regalarles ese pan.




      
                                                                                                                                    Nunca ha reconocido esta Iglesia aquel fraude documental, a partir del cual, y a través de veinte siglos de existencia, le ha permitido construir una historiografía cristina, que durante muchos de esos siglos ha sido de hecho una Historia Universal.
Veinte siglos de Historia bien aprovechados por una Institución que ha sabido salir indemne de múltiples vicisitudes. Una asociación con un exacerbado afán de lucro, que solo pide a sus seguidores Fe a cambio de su trabajo y sus bienes.
Una institución que sustituyó la razón grecorromana por un conjunto de mitos y leyendas, exigiendo a sus seguidores solo esa fe en sus embustes y patrañas, ofreciéndoles a cambio una vida eterna. Mientras que en el teatro de Roma se cantaba Post mortem nihil, ipsaque mors nihil”, (Nada hay después de la muerte, la muerte misma no es nada. Séneca, Troade) , esta gran banda de falsarios inventó no ya una meliflua vida eterna, sino algo más pernicioso, una muerte eterna cargada de sufrimiento para los que no se sometieran a sus dictados. Fue a lo largo de esos veinte siglos cuando inventaron cielos contemplativos, purgatorios penosos (¡Qué gran negocio! diría Martin Lutero) y horribles tormentos eternos pergeñados en el ocio cenobial y detallados minuciosamente a los cándidos ciudadanos por los servidores de esa secta judía.
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infoLibre  16/12/2015

 El ministro Fernández Díaz, en el documental 'El colibrí'.
Fernández Díaz: “A veces le pregunto a Dios por qué me ha colocado aquí”
  • El ministro del Interior habla sobre su fe, la existencia de los milagros y las acciones del demonio en un documental católico
  • El dirigente del PP va a misa diariamente, es cercano al Opus Dei y suele contar que la conversión le llegó en 1991, en Las Vegas



¿Puede caberle a alguien duda alguna sobre quién puso a este botarate en ese cargo?                                                                                                                                        Desde luego no fue el dios de los nombramientos bíblicos.  Creemos que este cantamañanas podría habérselo preguntado a su amigo Rato, en aquella célebre reunión fraternal en un despacho que pagamos todos los españoles.                                                                    
Sí, Señor Ministro converso. Podía haber utilizado Ud. ese reencuentro memorable para preguntarle al presunto multidelincuente quién le había puesto a Ud. ahí, en lugar de hablar de las terribles amenazas que se ciernen sobre ese genio de la prestidigitación con monedas, o de las habilidades canoras de ese pájaro.  
¿Cantar o callar? Esa era la cuestión.
¿Puede una supuesta nación gobernada por tipos como estos considerarse un Estado moderno?  La respuesta el 20-D.                                                                                     

JGM



[i] Para un estudio más completo vid: Ramón Cotarelo “La desnacionalización de España: De la nación posible al Estado fallido. Ed. Tirant lo Blanc, 2015.

martes, 17 de noviembre de 2015

Visión de dos tragedias






Las comparaciones pueden ser tan odiosas como necesarias: ¿Por qué la tragedia de París ha conmocionado al mundo y ha provocado una solidaridad sin fisuras tanto en Francia como en el resto de las naciones de occidente, mientras que la masacre de Madrid del 11-M estuvo muy lejos de alcanzar esos  niveles de solidaridad nacional e internacional, a pesar de que el número de víctimas fuera superior al de este 13-N francés?

La tragedia de Madrid se vio oscurecida desde las primeras horas por los embustes, las patrañas, la necedad de un Gobierno que negaba lo evidente tanto a los españoles como a la Comunidad mundial; así como por la cobardía moral de un Presidente, consciente de que aquel brutal atentado podía ser una respuesta a su pobre papel como comparsa títere del tristemente famoso “Trío de las Azores” y su temor a perder las elecciones inmediatas. Fue esa la causa que les llevara a fabular teorías conspirativas inverosímiles. Así, mientras el ministro de Interior se preguntaba ¿Pero qué ha pasado? y decía seguir dos líneas de investigación, a sabiendas de que la de ETA no llevaba más allá de la “Orquesta Mondragón, la entonces ministra de Asuntos exteriores, Ana Palacio, enviaba en la tarde del 11-M un telegrama a todas las embajadas informando de que Interior había confirmado la autoría de ETA, respondiendo de esa forma a la presión informativa sobre las legaciones diplomáticas. Posteriormente se disculpó diciendo que buscaba frenar la repercusión internacional de las primeras declaraciones de Arnaldo Otegi, que negaban la autoría de ETA.

Resultado de imagen de aznar bin laden le mondeDe igual forma intentó posteriormente aquella ministra justificar las patrañas que le llevaron a mentir ante las Naciones Unidas; que en su resolución de condena 1530  emitida a las 17.00 horas (hora española) del día 11 de marzo  hacía mención expresa a la culpabilidad de ETA -llama la atención que esa ex ministra ocupe periódicamente una de las páginas de opinión de lujo de “El País”, lo que nos hace pensar que el factótum de ese diario y la tal señora son de la misma ralea-.                       Pocas son las  diferencias con el otro panfleto que sigue sosteniendo la teoría conspirativa, y donde ayer lunes, 16Nov, todavía uno de los defensores de esos embustes, un figurante en los “papeles de Bárcenas”, insistía en la disparata teoría, tiempo ha aclarada por la Policía y la Justicia.                                                        Incluso las asociaciones de víctimas constituidas a raíz de la tragedia siguen enfrentadas en un sectarismo que ningunea a las propias víctimas.



A diferencia de lo sucedido el 15-M, la tragedia de París ha conmocionado al mundo de forma unánime por la seriedad en su tratamiento por parte de la Presidencia y el Gobierno de ese país, así como por la eficacia de su sistema de Seguridad y por la transparencia informativa. Ante los primeros signos de alarma, el Presidente fue evacuado y formó junto al primer Ministro el gabinete de crisis para alertar e informar puntualmente a sus ciudadanos y al resto del mundo sobre la situación de emergencia.
Resulta emocionante ver las imágenes de la evacuación del estado Nacional de Francia y oír cantar a los ciudadanos “La Marsellesa”, el  himno nacional, mientras salen ordenados dentro de la emergencia; cantos que se siguen repitiendo en las concentraciones en los lugares de los acontecimientos. (Recordemos que ese himno estuvo mucho tiempo prohibido y siempre mal visto durante el franquismo).

La diferencia entre las dos tragedias es la existente entre un Estado unitario descentralizado (Francia) y un Estado fallido (España). Los franceses tienen una sola bandera desde el 27 de pluvioso del año II (15 de febrero de 1794) hasta nuestros días; bandera unánimemente respetada, al igual que su himno, un hermoso canto a la libertad. Por el contrario, este país de naciones dislocadas no ha sido capaz de conseguir la unidad nacional a lo largo de más de cinco siglos. Los dos grandes reinos peninsulares



se unieron en 1469 con la boda secreta de los dos primos, bien que en "régimen de separación de bienes", lo que hizo que una vez muerto uno de los cónyuges, la reina católica, el supérstite reclamara su parte; separación, que al tratarse de una mera unión de los dos reinos en la persona de sus titulares, pudo haber sucedido  al contraer matrimonio el rey Fernando, una vez viudo, con Germana de Foix, que le dio un solo hijo, que murió a las pocas semanas del parto. ¡Y así hasta nuestros días!
Una desunión, que el nombramiento digital sucesorio de aquel nefasto "mariachi" de las Azores ha contribuido a acelerar en los cuatro años de su mandato: cada vez que abre la boca aumenta dos puntos el índice de la población secesionista en Cataluña...y de Euzkadi.
La comparación sirve de muestra de la unidad de los franceses frente a  la desunión eterna en este conglomerado quinto-secular. Aquí, en cualquier concentración o manifestación que no tenga un llamamiento nacional-catolicista, la gente porta las banderas de sus naciones, o bien  la bandera republicana, la legitimada democráticamente por el pueblo en 1931.                                                                          En cuanto al himno nacional, reciente queda la polémica de la última final de copa de fútbol, y el chascarrillo que inundó las redes: “¡El himno no se canta, se silba! Y es que ese himno constituyó durante muchos años una parte del pastiche que dos veces al día sonaba en todas las emisoras de radio del país tras el sectario “parte” y los gritos de ritual: ¡Viva Franco! ¡Arriba España!... ¡Cómo para olvidarlo!

Julio G. Mardomingo