sábado, 12 de mayo de 2018

Democracias en ruinas…incluso en España



Como un resumen del ensayo publicado por Michael Albertus y Victor Menaldo*, profesores de Ciencia Política en las universidades  de Washington y de Chicago respectivamente, el New York Times del pasado 8 de Mayo ofrece una visión de las razones qué los autores aducen para explicar cómo tantas democracias formales están derivando hacia el autoritarismo.
¿Por qué democracias europeas tales como Italia, Polonia o Hungría, e incluso España están retrocediendo en su estado de Derecho. Muchos ensayos señalan que esa inquietante erosión de la democracia, tanto en estos países como en otros algo más alejados del continente europeo, como Turquía, se justifica por la aprobación y el consenso de sus ciudadanos por circunstancias adversas, tales como la profunda crisis económica de las últimas décadas u otros fenómenos económico-sociales, que llevan a los ciudadanos desafectos a cristalizar su rabia e incitar a los electores para deshacerse en masa de los partidos políticos tradicionales. Un descontento que amenaza la ruina de los sistemas democráticos y el ascenso al poder de nuevos actores políticos inexpertos, que apelando a la demagogia y al populismo tratan de desmontar las instituciones democráticas tradicionales sin intentar construir una base sólida más democrática.
Sin embargo, para los mencionados autores, esta erosión de las normas democráticas se debe  en última instancia a factores más profundos. Para ellos las raíces de esta ruina de los valores democráticos radica en cómo se redactaron las constituciones de esos países en su transición desde el autoritarismo.
Según esa teoría, más de dos tercios de los estados que han experimentado la transición desde regímenes despóticos a la democracia desde la segunda guerra mundial lo han hecho bajo la mirada vigilante del régimen autoritario que se venía abajo, pero aún conservaba los resortes de poder necesarios para imponer sus reglas de juego.
Para estos autores, incluso democracias mucho más antiguas, como Holanda o Suecia, conservaron el legado viciado de regímenes autoritarios.
España es el paradigma que avala esta teoría, más aún porque hubieron de transcurrir 30 años desde el fin de la II Guerra mundial hasta la muerte del sátrapa sanguinario. La Constitución de 1978 salvaguardaba los intereses de las élites del régimen anterior, e incluso les aseguraba ventajas materiales y poder en las instituciones de la nueva democracia.
Los medios constitucionales que las élites del régimen anterior utilizaron para perpetuar su influencia incluían factores tales como las leyes electorales, nombramientos vitalicios asegurados, división territorial favorable a las antiguas élites, el papel de jueces y militares en el nuevo juego político –en la caso español, incluso el de los clérigos católicos-, y no menos importante, el Tribunal Constitucional, diseñado para defender las prebendas contenidas en la nueva constitución a favor de las élites anteriores y asegurar en última instancia las últimas palabras del dictador: “Todo queda atado y bien atado”.
La nueva normativa, la Constitución española de 1978, contiene disposiciones que requieren umbrales de mayoría calificada para cualquier cambio sustancial; y las elites del pasado autoritario que se benefician de estas constituciones utilizan su poder para aprobar políticas que afianzan aún más sus privilegios. A la vez, las leyes promulgadas tas la muerte del dictador incluyeron una serie de cláusulas y artículos que les concedieron inmunidad de enjuiciamiento por los delitos durante la era autoritaria. El resultado final fue que los militares, los curas, los policías, los jueces y sus aliados, los que se lucraron con los bienes públicos durante la dictadura  continúan gozando de privilegios económicos, tales como retener la propiedad de las instancias clave, evitando juicios por violaciones de derechos humanos. Resultado de imagen de padres de la constitucion española
La consecuencia de esas constituciones heredadas y aprobadas bajo la amenaza del régimen saliente dificultan los cambios en el contrato social de todos los países. Los ciudadanos pudieron sentirse en un principio liberados de los peores abusos de autoritarismo, como la censura, la represión policial-judicial, pero como dice el refrán castellano “la cabra tira al monte” y el autoritarismo de los privilegiados vuelve a tender a la represión.
Los ciudadanos tienen un papel insignificante en la determinación de las políticas públicas. De esta manera, la democracia, como señalan los mencionados ensayistas, es una especie de Purgatorio en la que esos ciudadanos deambulan, a veces durante décadas, con poca capacidad para determinar su dirección.
Hay que admitir que los autores parten de su visión de la Constitución Americana  de 1787, que aún conserva su vigencia, biejn que con las consiguientes enmiendas a las que el devenir histórico obliga. Fue la primera constitución del Estado moderno y los padres fundadores la redactaron ex novo. La seguirían los franceses tras la Revolución de 1789.Resultado de imagen
Los autores del ensayo confían en que unos líderes lúcidos y sacrificados y una ciudadanía más convencida de las bondades de la democracia pudieran frenar este proceso degenerativo, si bien no se hacen demasiadas ilusiones.

Aplicando una moraleja al momento político de nuestro país, las expectativas no pueden ser más negativas: Un partido ultraderechista denuncia a los legítimos políticos catalanes y unos jueces franquistas les siguen la corriente y procesan a esos políticos electos privándoles de su libertad y de sus bienes.
Algunos magistrados, obsequiosos con el Poder se convierten en jueces de hoz y horca y aplican la justicia de Peralvillo. Entretanto, los ciudadanos, legos en cultura política, y aún amedrentados por el largo y terrible martillo franquista, se muestran como una banda de esclavos felices, que votaron a esa calamidad de la política, que cada vez aparece con más verosimilitud  el “M. Rajoy” de las listas de Bárcenas, acreditadas por los jueces.
Pero lo peor es que ante el merecido descrédito de ese asiduo lector del MARCA, que se presentó ante los electores abatidos por la crisis como el vendedor del bálsamo de Fierabrás, la solución que parecen elegir los ciudadanos es la de un neofalangista, cuyo ideario político es tan hueco como el de sus homónimos antecesores del siglo pasado: don Fernando y su hijo J.A., probablemente éste último, el único político al que se le conoce por su nombre de pila, como a algunos políticos de la República de Roma.  
JGM
 
*Michael Albertus, an assistant professor of political science at the University of Chicago, and Victor Menaldo, an associate professor of political science at the University of Washington, are the authors of “Authoritarianism and the Elite Origins of Democracy.

·         Publisher:Cambridge University Press
·         Online publication date:December 2017
·         Print publication year:2018
·         Online ISBN:9781108185950