martes, 17 de noviembre de 2015

Visión de dos tragedias






Las comparaciones pueden ser tan odiosas como necesarias: ¿Por qué la tragedia de París ha conmocionado al mundo y ha provocado una solidaridad sin fisuras tanto en Francia como en el resto de las naciones de occidente, mientras que la masacre de Madrid del 11-M estuvo muy lejos de alcanzar esos  niveles de solidaridad nacional e internacional, a pesar de que el número de víctimas fuera superior al de este 13-N francés?

La tragedia de Madrid se vio oscurecida desde las primeras horas por los embustes, las patrañas, la necedad de un Gobierno que negaba lo evidente tanto a los españoles como a la Comunidad mundial; así como por la cobardía moral de un Presidente, consciente de que aquel brutal atentado podía ser una respuesta a su pobre papel como comparsa títere del tristemente famoso “Trío de las Azores” y su temor a perder las elecciones inmediatas. Fue esa la causa que les llevara a fabular teorías conspirativas inverosímiles. Así, mientras el ministro de Interior se preguntaba ¿Pero qué ha pasado? y decía seguir dos líneas de investigación, a sabiendas de que la de ETA no llevaba más allá de la “Orquesta Mondragón, la entonces ministra de Asuntos exteriores, Ana Palacio, enviaba en la tarde del 11-M un telegrama a todas las embajadas informando de que Interior había confirmado la autoría de ETA, respondiendo de esa forma a la presión informativa sobre las legaciones diplomáticas. Posteriormente se disculpó diciendo que buscaba frenar la repercusión internacional de las primeras declaraciones de Arnaldo Otegi, que negaban la autoría de ETA.

Resultado de imagen de aznar bin laden le mondeDe igual forma intentó posteriormente aquella ministra justificar las patrañas que le llevaron a mentir ante las Naciones Unidas; que en su resolución de condena 1530  emitida a las 17.00 horas (hora española) del día 11 de marzo  hacía mención expresa a la culpabilidad de ETA -llama la atención que esa ex ministra ocupe periódicamente una de las páginas de opinión de lujo de “El País”, lo que nos hace pensar que el factótum de ese diario y la tal señora son de la misma ralea-.                       Pocas son las  diferencias con el otro panfleto que sigue sosteniendo la teoría conspirativa, y donde ayer lunes, 16Nov, todavía uno de los defensores de esos embustes, un figurante en los “papeles de Bárcenas”, insistía en la disparata teoría, tiempo ha aclarada por la Policía y la Justicia.                                                        Incluso las asociaciones de víctimas constituidas a raíz de la tragedia siguen enfrentadas en un sectarismo que ningunea a las propias víctimas.



A diferencia de lo sucedido el 15-M, la tragedia de París ha conmocionado al mundo de forma unánime por la seriedad en su tratamiento por parte de la Presidencia y el Gobierno de ese país, así como por la eficacia de su sistema de Seguridad y por la transparencia informativa. Ante los primeros signos de alarma, el Presidente fue evacuado y formó junto al primer Ministro el gabinete de crisis para alertar e informar puntualmente a sus ciudadanos y al resto del mundo sobre la situación de emergencia.
Resulta emocionante ver las imágenes de la evacuación del estado Nacional de Francia y oír cantar a los ciudadanos “La Marsellesa”, el  himno nacional, mientras salen ordenados dentro de la emergencia; cantos que se siguen repitiendo en las concentraciones en los lugares de los acontecimientos. (Recordemos que ese himno estuvo mucho tiempo prohibido y siempre mal visto durante el franquismo).

La diferencia entre las dos tragedias es la existente entre un Estado unitario descentralizado (Francia) y un Estado fallido (España). Los franceses tienen una sola bandera desde el 27 de pluvioso del año II (15 de febrero de 1794) hasta nuestros días; bandera unánimemente respetada, al igual que su himno, un hermoso canto a la libertad. Por el contrario, este país de naciones dislocadas no ha sido capaz de conseguir la unidad nacional a lo largo de más de cinco siglos. Los dos grandes reinos peninsulares



se unieron en 1469 con la boda secreta de los dos primos, bien que en "régimen de separación de bienes", lo que hizo que una vez muerto uno de los cónyuges, la reina católica, el supérstite reclamara su parte; separación, que al tratarse de una mera unión de los dos reinos en la persona de sus titulares, pudo haber sucedido  al contraer matrimonio el rey Fernando, una vez viudo, con Germana de Foix, que le dio un solo hijo, que murió a las pocas semanas del parto. ¡Y así hasta nuestros días!
Una desunión, que el nombramiento digital sucesorio de aquel nefasto "mariachi" de las Azores ha contribuido a acelerar en los cuatro años de su mandato: cada vez que abre la boca aumenta dos puntos el índice de la población secesionista en Cataluña...y de Euzkadi.
La comparación sirve de muestra de la unidad de los franceses frente a  la desunión eterna en este conglomerado quinto-secular. Aquí, en cualquier concentración o manifestación que no tenga un llamamiento nacional-catolicista, la gente porta las banderas de sus naciones, o bien  la bandera republicana, la legitimada democráticamente por el pueblo en 1931.                                                                          En cuanto al himno nacional, reciente queda la polémica de la última final de copa de fútbol, y el chascarrillo que inundó las redes: “¡El himno no se canta, se silba! Y es que ese himno constituyó durante muchos años una parte del pastiche que dos veces al día sonaba en todas las emisoras de radio del país tras el sectario “parte” y los gritos de ritual: ¡Viva Franco! ¡Arriba España!... ¡Cómo para olvidarlo!

Julio G. Mardomingo