“Esto acaba de empezar. A los poderosos
les decimos:
hasta la victoria
siempre”
Así, con esa elocuencia
criolla, despedía Pablo Iglesias (Jr.) la noche electoral del 26J.
Sí, señor Iglesias, sí.
Acaban de empezar otros cuatro años de pesadilla con “Zampasobres” Rajoy y su
banda de afanadores de lo público.
¿Sabe quién nos ha
condenado a todos a este martirio? Sí, sí lo sabe: Usted, señor Iglesias.
Si su partido, Podemos,
se hubiera abstenido en la investidura de Pedro Sánchez ahora Rajoy no sería
presidente y usted hubiera podido convertirse en el látigo de izquierdas de aquel
posible gobierno; una posición privilegiada para soltar mandobles a derecha e
izquierda con su proverbial facundia de politólogo de facultad.
Pero no, su megalomanía, su
histrionismo, su sentir desde la tribuna de oradores que había un primetime,
con millones de espectadores pendientes de sus palabras, le llevaron a volar
todos los puentes que hubieran permitido expulsar a Rajoy y su recua de la vida
política del país.
Fue en la tarde de ese
día aciago, 2 de marzo de 2016, cuando usted lanzó su exabrupto, una calumnia, que
había desestimado como tal en su día el Tribunal Supremo.
Usted escupió a la cara a
más de cinco millones de votantes del PSOE, a la imagen del presidente más
valorado de la democracia, todo su odio anguitiano, el odio que esa especie de Iago
le trasmitió.
Pero no, su ego, su
soberbia intelectual, su actitud prepotente de perdonavidas, no le permitió, durante un segundo mágico,
entregar la presidencia del gobierno a ese petimetre socialista, que probablemente
no habría oído hablar ni siquiera de Georgi V. Plejánov.
Señor Iglesias ha sido
usted un fuego fatuo en la praxis política de este país, mejor vuélvase a
embaucar a los alumnos de sus clases con los sueños australes de Ernesto Laclau.
¡Ah! Y lleve a su programa a Anguita, ¡es especialista en sorpassi!
JGM
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