La proverbial
cobardía política y moral del presidente del Gobierno (en funciones), junto a
su inepcia y su creciente torpeza expositiva, hacen que envíe a un lacayo, a un
mindundi, a dar la cara por él para tratar de explicar lo que todo el país,
incluidos sus fieles, ha entendido ya: ¡Que ni a Rajoy ni a su partido los quiere
nadie! Bueno, excepto su actual clientela.
Porque, claro está, el problema de ese partido, para muchos una presunta
asociación de malhechores, es que hay pocos candidatos que no estén ocupando
banquillo en algún juzgado, o estén en espera de ello; o simplemente, que no
estén en las ominosas listas de Luis “el cabrón”, en las que los inputs y los outputs cuadran aritméticamente (lo que no se le puede negar al
señor Bárcenas es su meticulosidad contable).
El
correveidile que aparece en la portada de El País dice textualmente que “ese
debate no es el debate de la nación”. Está claro, como bien dice la noticia de
El País, que lo que no quiere el plasma
es “ser vapuleado por todos los demás partidos”; es decir, que le llamen
embustero, cínico, chorizo, o denuncien una vez más su complicidad por enviar mensajes
de ánimo al presunto gran ladrón, o por el desgobierno al que ha sometido a
este país con las leyes promovidas por la recua de ineptos, mangantes, meapilas
y, simplemente idiotas, a los ha promovido a instancias del Opus, del papado o
de la más rancia y choriza oligarquía.
Ahora intentan
culpar al buen Sánchez de las desdichas propias, profundamente desconcertados
con la finta política de este joven socialista al apelar a las bases para que
decidan (por cierto, el mismo estupor que muestra la baronía del PSOE,
incluidos el jarrón chino, el de la patada en la puerta o el hermano de Juan Guerra).
Pero en su ansía
de seguir mangoneando y disponiendo de los fondos públicos, esta gente, que no
tiene ni la menor noción de lo que es un homme
d’état, además de arremeter contra Pedro Sánchez, lo hace ya, desesperadamente,
intentando chantajear al nuevo Rey, para que evite poner en el trance al que,
por haber “ganado” las elecciones,
corresponde intentar ser investido.
Tal como
sugiere el titular de ese periódico, es una prueba de fuego para el recién
coronado monarca, que como Jefe del Estado tendrá que tomar una decisión. Quizá
alguien de esa asesoría real, tan bien pagada por todos nosotros, debería advertirle de que intentar proteger
ahora a Rajoy pudiera resultarle tal peligroso como cuando esta calamidad pública envió mensajes
de ánimo a la cárcel a aquel conocido facineroso.
JGM
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