Al sacar una camisa del
armario descubro un ojal roto. Es una camisa que,
fuera de ese descosido, considero aún utilizable. No es cosa de
llevarla a un taller de remiendos- si es que aún existen las
zurcidoras-, ni decirle a la asistenta que lo cosa, -no está en sus
funciones y podría pensar que soy un rata-; tampoco llevarlo a un
contenedor de textiles para que, apretujada en un fardo, haga una
larga travesía hasta un puerto perdido del lejano Oriente y acabe
como material de construcción. La globalización y el capitalismo
salvaje son así: metes una camisa rota en un contenedor en Madrid y
años después aparece aislando tabiques en Manila.
Así pues, manos a la
obra, a enebrar, que es lo más difícil.
Pero llega entonces la
coincidencia, eso que solo puede pasar una vez de pascuas a ramos, pero
que inesperadamente aparece. Antes de buscar la caja de los hilos,
acabo de leer el episodio 33 en la ultima novela de Enrique
Vila-Matas y me encuentro con la misma situación: Robert Walser descubre un ojal rasgado en una camisa y hace un hermoso canto a un modesto
botón.
Robert Walser, el poeta
minimalista suizo que decidió el día de Navidad de 1956 adentrarse
en la nieve hasta morir congelado. No fue suicidio, sino que como
dijo Manuel Rivas de uno de los personajes de su novela “Detrás
del cielo”, se murió porque quiso.
.
No
resisto así la tentación de trancribir aquí ese bello relato:
Robert Walser,
Discurso a un botón
“ Un día en que estaba
cosiendo el ojal de una camisa que había reventado con un fuerte
estornudo, se me ocurrió de pronto, mientras trabajaba como una
experta costurera, dirigir al botón, aquel muchachito fiel y
modesto, las siguientes palabras de agradecimiento, murmuradas para
mis adentros, aunque probablemente por eso tanto más sinceras.
“Querido botoncillo”, le dije, “¡cuánta gratitud y
reconocimiento te debe aquel a quien vienes sirviendo hace ya varios
–más de siete, creo-, con tanta fidelidad, celo y perseverancia, y
a quien, pese a todo el olvido y falta de atención de los que se ha
hecho culpable para contigo, nunca le has recordado que alguna vez
debería elogiarte un poquito”. “Esto es lo que va a ocurrir hoy,
cuando por fin he logrado ver claramente lo que significas y cuánto
vales, tú, que durante todo tu largo y paciente tiempo de servicios
jamás te has situado en primer plano para sacar provecho de una
bonita iluminación o buscar algún efecto lumínico bello,
deslumbrante o en verdad llamativo, sino más bien, con una
conmovedora y deliciosa modestia que, sin duda, jamás será
suficientemente apreciada, te has mantenido en la más discreta de
las discreciones, practicando tu querida y hermosa virtud en un
estado de perfecta felicidad. “¡Cómo me alegra ver que has dado
muestras de tener esa fuerza basada en la probidad, la diligencia y
la renuncia al elogio y al reconocimiento a los que aspira todo el
que realiza algo!” “Sonríes, mi estimado, y, según advierto, te
ves ya por la desgracia bastante deteriorado y consumido. “¡Querido!
Deberían tomarte como ejemplo los que viven acosados por la manía
del aplauso permanente y podrían derrumbarse y morir de pena,
despecho y humillación si no se sintieran continuamente mimados,
abanicados y acariciados por el efecto y la estima generales. “Tú,
en cambio, eres capaz de vivir sin que nadie se acuerde, ni
lejanamente, de que existes. “Tú eres feliz, pues la modestia se
hace feliz a sí misma, y la fidelidad se siente a gusto consigo
misma. “El hecho de que no te des importancia alguna, de que sólo
seas –o al menos lo parezcas- un ser dedicado a realizar un “Tú,
en cambio, eres capaz de vivir sin que nadie se acuerde, ni
lejanamente, de que existes. “Tú eres feliz, pues la modestia se
hace feliz a sí misma, y la fidelidad se siente a gusto consigo
misma. “El hecho de que no te des importancia alguna, de que sólo
seas –o al menos lo parezcas- un ser dedicado a realizar una misión
en la vida, de que te sientas enteramente consagrado a ese silencioso
cumplimiento del deber que puede denominarse una rosa de exquisito
perfume, cuya belleza es casi un enigma para ella misma, cuyo aroma
perfuma sin la menor intención, porque es su destino… “El hecho
de que, como decía, seas lo que eres y como eres, me fascina,
conmueve, emociona, impresiona y hace pensar que este mundo, tan
pródigo en fenómenos desagradables, hay de vez en cuando cosas que
te hacen feliz, alegran y serenan al que las ve”.
JGM