“Tous les drapeaux ont été tellement souillés
de sang
et de merde qu'il
est temps de
n'en
plus avoir, du tout”.(Gustave
Flaubert)
No
es una profusión pero si una vistosa exhibición de banderas nacionalistas
españolas colgadas en numerosos balcones de
Madrid, supongo que quizá también en otras ciudades de lengua castellana
predominante.
Algunas
de ellas muestran en su centro la imagen deplorable de un toro de lidia, el de
la coñá de Osborne. Otras lucen desmesuradas
en centros culturales municipales; lo que, a mi juicio, significa un abuso de
poder.
Lo
que intento significar aquí es que esta exhibición de banderas resulta más bien
negativa para la causa que intentan defender. ¿Por qué? Pues, simplemente,
porque representan el símbolo de una nación enfrentada a otra que exhibe a su
vez otras tantas banderas de distinto color; es decir, patentizan la existencia
de otra nación; otra nación con su bandera, su himno, su lengua (dos en
realidad) y su Gobierno, probablemente
ahora camino de la cárcel o del
exilio.
En
un reciente artículo en The New York
Times (27 Oct 2017), el historiador y analista político Michael Goldfarb se
pregunta ¿Qué es una nación en el siglo
XXI?
Señala
el autor en su artículo que a partir del fin de la guerra fría a finales de los
ochenta del pasado siglo surgieron quince nuevas naciones solo de la extinta
URSS, mientras que de la antigua
Yugoslavia nacieron siete nuevos países,
bien que mediante un parto sangriento.
Checoslovaquia
se partió pacíficamente en dos, y según dice Goldfarb, la Alemania Federal
compró a la Oriental. Habla de las vicisitudes de ingleses y escoceses:
mientras los últimos votaban en contra de la separación del Reino Unido, el
resto del reino se separaba de Europa, mientras que una amplia mayoría de
escoceses (62%) hubieran preferido quedarse. Los dos intentos más recientes de
sucesión han reprimidos por la fuerza: los kurdos y Cataluña.
Acaba
su artículo con la principal pregunta del siglo XXI :¿Podría Europa convertirse
en una gran nación?
Recuperándonos
del inciso de Goldfarb, todas esas colgaduras urbanas en nuestras ciudades y
catalán no pueden hacernos olvidar el origen de la crisis más reciente entre
los dos nacionalismos: el catalán y el español.
Volviendo
atrás unos años, veremos que el principal responsable de esta fractura entre
naciones, posiblemente ya incurable, fue esa calamidad de la política, que
trató de superar la humillación de su derrota en las elecciones de 2004 ante un
parvenu de la política como J, L.
Rodríguez Zapatero; victoria que
trataron de deslegitimizar con una ignominiosa campaña a través de algún
periodista canalla que pergeñó una teoría conspirativa para no admitir que
cuatro “moros cutres” hubieran puesto
en ridículo a Aznar y a su delfín
Acebes, con el saldo sangriento de casi 200 muertos en Madrid.
¡Por un puñado de
votos!
Dada
su débil posición tanto entre los electores como en su propio partido, Rajoy
decidió buscar un enemigo exterior y decidió promover un referéndum ¿ilegal’
frente a un referéndum ¡LEGAL! el del Estatut
de todos los catalanes. Esa acción infame fue el detonante de la crisis
actual. Aquellos polvos trajeron estos
lodos.
Presumiblemente fue esa frustración la que le impelió a esa pantomima,
pero entonces descubrió este gran homme d’État
descubrió su mina de oro electoral ¡el patriotismo visceral! ese, cáncer que
tantas desgracias han promovido entre los humanos.

Poco
después, un Tribunal Constitucional ahormado por él, acabó de cepillar lo que
el socialista Guerra había dejado de la voluntad de la ciudadanía catalana.
Es
una clara de guerracivilismo de
alguien que con tal de conservar el poder le importa un pito la fractura social
e, incluso, la estabilidad del Estado. Un tipo capaz de involucrar al Jefe del
Estado, al monarca reinante, en sus manejos al refrendar y quizá escribirle las
partidistas declaraciones en la crisis territorial. Tampoco se ha cortado en
alentar al facherío más cutre del
país, que intenta fomentar el miedo en la pacífica Cataluña o en otras ciudades.
Rajoy
se convirtió en un guerracivilista
cuando comenzó esta movida solo para lograr unos votos que le permitieran
superar la frustración de su derrota electoral frente a al socialista Zapatero,
repetida para su bochorno, cuatro años después.
Apoyado
por una mayoría absoluta conseguida a través de promesas ilusorias, como pudo
comprobarse tras los comicios, y presumiblemente ilegítima por financiación ilegal de sus campañas,
según acusa la fiscalía, se mostró soberbio y displicente ante las peticiones
de Artur Más en septiembre de 2012 para
un pacto fiscal, similar al de vascos y navarros.
Contó
implícitamente con el PSOE, a sabiendas este de que ese pacto fiscal iría en
detrimento de los intereses de los ciudadanos de las comunidades en que
gobiernan, principalmente Andalucía, Extremadura y Castilla la Mancha,
comunidades subsidiadas que no solamente
no han prosperado pese a las ayudas europeas y del resto de las comunidades,
sino que han retrocedido respecto a las más avanzadas, entre ellas a Cataluña
cuyo PIB ha crecidoa patir de la gran crisis.
¡Por un puñado de
euros!
¿Se
trataba solo de conservar el político personal o acaso había otras razones?
Si
consideramos que en PP hay a la sazón alrededor de 850 imputados por afanar
fondos públicos, incluyendo varios ex ministros y otros altos cargos, y que el
propio Rajoy cobró sobresueldos, podemos llegar a pensar que levantó la “cuestión
catalana” solo como una columna de humo patriotera para ocultar sus miserias y
las de su partido.
Rajoy cobró 373.000 euros de la caja B del PP, trajes y corbatas aparte
Bárcenas confirma todos los pagos recogidos en sus
papeles más dos nuevos por 45.000 que le dió en mano en 2009 y 2010.
Pero
el proceso de la Gürtel sigue en marcha a pesar de todos los obstáculos que han puesto a la acción de la justicia.
Datos
muy recientes señalan que :
España ocupa el lugar vigésimo segundo de los 28 Estados de la UE y el septuagésimo segundo de los 148 analizados en el Foro Económico
Mundial en punto a independencia judicial
En
cuanto al os objetivos anticatalanistas señalar que a día de hoy, según señala Diario,es ,
Un 48,7% de catalanes quiere la independencia,
siete puntos más que en junio, según el CIS catalán .El rechazo a la independencia pierde
casi seis puntos, desde el 49,4% al 43,6%.
JGM
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