Establece
el Código de la
Circulación la prohibición de adelantar por la derecha.
Parece que en el PP se están saltando esa norma; y no sólo el mónaco Gallardón,
también la vieja guardia parece haber elegido esa vía. Cuando la pesadilla ETA
da sus últimos estertores, el oscuro ex funcionario de prisiones Ortega Lara,
político malgré lui a raíz de su
cautiverio, crea un partido a la derecha del PP, VOX. Otros pesos menores de la
política, en franco declive o en el olvido, se unen a él: el inconformista
Vidal Quadras, o un resucitado Ignacio Camuñas ¿alguien recuerda la UCD?; pero mucho más molestas para
Rajoy y para los que se reparten actualmente el Poder son las defecciones de
Mayor Oreja, la oposición constante de Aguirre y, sobre todo el desplante de
Aznar.
¿Qué hizo Rajoy ante esa fractura anticipada? Pues más o
menos lo que Franco cuando se sentía acosado desde fuera de España: convocar un
acto de exaltación a su persona, una convención de su partido, ahora, en
Valladolid -¿por qué no en Quintanilla de Onésimo (Redondo)?
En ella, tras los gritos de rigor: Cospedal con sus
trabalenguas habituales dice, más o menos, que están más unidos que nunca, y
que Mayor no es “un verso libre; es decir, todo lo contrario que la realidad
muestra, que es un alejamiento intencionado en las pautas de rima y metro. ¡Que
buen dúo harían la dama de ”como fue una indemnización en dife... en diferido
en forma, efectivamente, de simulación de... simulación o de lo que hubiera
sido en diferido” y el tancredo del “llueve· y “y tal”. ¡Tiemblen Faemino y
Cansado por su futuro laboral!
¿Y dónde encontrar al culpable de la debacle? Pues, donde siempre, en la frágil oposición, en el
relajado Rubalcaba: “Tú eres parte responsable de ese calvario. O te callas o
reconoces el mérito de la gente”. O sea, vuelve el “Sobres” a ese estilo tabernario tan propio de esa presunta
asociación de malhechores (72 imputados y 200 gürtelitos). Trata, pues este contumaz embustero en concentrar en el secretario del PSOE lo que piensa el 90
por ciento de la población: que la recuperación solo esta en su vacía cabeza y
en la de sus ecónomos. Los datos de enero son espeluznantes, pero peor aún es
el enmascaramiento de las cifras: el empleo fijo se reduce a marchas forzadas
con la leyes de la Reforma Laboral,
mientras se registran algunos contratos temporales de media jornada o de diez
horas semanales.
De Cataluña, nada nuevo: o sea, como si Cataluña ya se
hubiera separado y no contara más. Siguen insultando a los catalanes como si
los seiscientos kilómetros impidieran que llegaran sus sandeces hasta allí. A
las ofensivas “algarabías de Rajoy”,
la señora
de la peineta ha añadido que “los españoles no quieren “aventuras estrafalarias y extremas”.
Para que su secretaria no lo aventaje, ha añadido Rajoy que
“Cataluña camina hacia la Edad Media
“.Un comentario que según los principios elementales del psicoanálisis implica
una clara proyección. ¿No serán el chupacirios Gallardón, el comehostias
Fernández Díaz y la absurda visionaria Fátima Báñez los que intentan devolver al
país al primer concilio de Nicea?
Intentan meter en la cabeza de los ciudadanos del país que se
trata de una mera cuestión de “pelas”, de una pelea entre Mas y Montoro por un
puñado de euros –por cierto parece, que Montoro ha cambiado las reglas de juego
en medio de la partida de las balanzas fiscales.
Puede que sea la cuestión del dinero en la que centren el
conflicto tanto Montoro como Mas; ninguno de los dos parece tener más luces; pero
no creemos que sea ese el sentir único de los catalanes. Resultaría demasiado
fácil que a estas alturas todo se resolviera con alguna variedad de “cupo”.
Si algún día los catalanes consiguieran la independencia
tendrían que poner junto a la estatua de Julian Casanova otra de Rajoy.
Claro está, que esta banda de chorizos autoritarios no quiere
recordar sus humillaciones a los catalanes; unos gestos tan degradantes como
gratuitos, con el fin principal de arrancar un puñado de votos en el resto del
país:
Recordemos el ridículo espectáculo de Rajoy recabando firmas
contra el Estatuto en las mesas petitorias de los barrios próceres de Madrid.
Un Estatuto legitimado por la mayoría en las dos cámaras, que pareció
satisfacer a casi todos y que fue cercenado, a instancias del PP, por el
tribunal Constitucional, ese “comité político” al que los
procedimientos de
cooptación han llevado a gente como el emboscado de los Cobos o al facha López.
Qué decir de la señora Aguirre, ese personaje político que
parece salido de una zarzuela del género chico madrileño, clamando para que se
anule por una ley general la prohibición de los toros en Cataluña. ¿Qué
autonomía tendría una nación que ni siquiera pudiera decidir qué espectáculos puede
tener? La buena señora se ha forzado
para que lo decida el Tribunal Constitucional, esa banda que goza del puro en
las barreras de las plazas.
Es la misma señora que aprieta a Rajoy para que actúe contra
Mas y suspenda la Autonomía
catalana. Lo triste del conflicto es que este Gobierno sólo piensa en sus
intereses a corto plazo y no considera la capacidad de reacción de sus
oponentes políticos. No se les ha pasado por el magín considerar que si
defenestran a Mas, podrían convertir a un político de serie en un
héroe, en un Mandela. Y que si recurren a la fuerza y encuentran una oposición firme, puede acabar el asunto un día en el Comité de
Descolonización de la ONU, lo que pudiera significar el principio del fin de
la unidad nacional.
Volviendo a las “pelas”, no reparan en lo que sienten las
mujeres de Cataluña –y los hombres- ante leyes como la del aborto del ministro-sacristán
Gallardón. No recuerdan que en los años de plomo del franquismo, intentar
comprar preservativos en las farmacias de Madrid significaba que el boticario
te mirara como a un pervertido sexual y te los negara airado –o que en las
ciudades de la vieja Castilla, el mancebo hubiera llamado directamente a los
policías. Por contrario en Barcelona, en aquellos tiempos, no sólo había
tiendas con el rótulo de “Gomas”, sino “mueblés” que se alquilaban por horas
para goces extraconyugales.
Por cierto, resulta patética la actitud de Gallardón ante el
rechazo a su ley: Primero dice “Rajoy me apoya”, lo que traducimos como “sólo le apoya Rajoy”; y a los pocos días se autocorrige “es la ley de todo el
Gobierno”, traducido como “todos estáis pringados”. Parece que ahora no saben
qué hacer con la dichosa ley y siguen la doctrina Rajoy: dejar que el tiempo
acabe con ella.
Volviendo al conflicto catalán, lo sangrante es el intento de
esta gente de tratar de imponer a todo el país el etnocentrismo de la calle
Génova, como intentaba justificar un idiotizado jefe supremo de la Justicia en tiempos de
Aznar: “¡No va a haber una ley distinta para cada comunidad autónoma!”, decía,
sarcástico, aquel mentecato del poder judicial, como si la ley fuera el único
principio del Derecho.
Es un conflicto serio y preocupante, al que Rajoy y su pandilla
solo aportan su inanidad tradicional: sólo sirven para reprimir y amenazar; y
cuando alguien tiene una iniciativa negociadora, la quizás trasnochada de
Felipe González, la más realista de Susana Díaz, o la más radical de Cayo Lara, sólo
responden con sus burlas y desprecio, bien por ellos mismos, bien a través de
sus grotescos voceros, como ese tipejo que ahora cabalga entre El Mundo y las
TDTs.
No hablan para nada de sinergias culturales, económicas o de
convivencia. Sus sombrías amenazas van desde el boicot a la pertenencia a
Europa, al vaticinio de una ruina económica para una Cataluña independiente.
Olvidan, sin duda, que con una población de 7,5 millones, el PIB generado en Cataluña supone casi el 20 por ciento
del total español, y que sus exportaciones representan un tercio del total del Estado, . Obvian
asimismo la posición geográfica privilegiada de esas cuatro provincias, que
cuentan con una longitud costera de 750 kilómetros (500
lineales) y 650
kilómetros en su frontera francesa, es decir con la Europa rica.
Un hecho significativo ha sido el del primer ministro británico, David Cameron, que ha
instado, hoy, a los escoceses a mantenerse en el Reino Unido, pero lo ha hecho
desde una postura más modesta y realista: “Separados seremos más débiles”.
Algunas voces, como las de Felipe González o Fracesc Homs, proponen, bien
que con distinto orden, un referéndum a
nivel nacional sobre los cambios constitucionales que faciliten el cambio de
estatus de Cataluña.
Tal referéndum facilitaría, sin duda, un conocimiento de la opinión
de la mayoría de los españoles sobre el espinoso asunto, y quizá deparara
sorpresas notorias.
El caso es que Rajoy, bien por su habitual vacuidad, bien por
un temor a abrir la caja de los truenos, sobre todo en su partido, no parece
decidido a tomar ninguna iniciativa. Ello conduce a un crecimiento acelerado de
las dos espirales de silencio: una en Cataluña, la otra en gran parte del resto
de España. Que Rajoy intente imponer su silencio de momia desde el Gobierno no
implica que los otros queden callados.
En pro de esa sinergia, o quizá por inercia, costumbre o temor al cambio, creemos que quizá lo mejor sería permanecer unidos;
pero claro está, de mútuo acuerdo, con el convencimiento de dos amplias mayorías, una catalana, centralista la otra. Lo contrario es un sin vivir con pocos visos de solución.
En cualquier caso, no parece inminente una ruptura de la
unidad nacional, pero si llegara tampoco sería el fin del mundo. Actualmente,
Europa cuenta con el doble de estados soberanos que antes de la Segunda Guerra Mundial.
Y para nuestra tranquilidad deberíamos recordar el no muy
lejano “divorcio de terciopelo” entre las repúblicas Checa y Eslovaca, con un
amistoso y equitativo reparto de activos y deudas y con un mínimo impacto económico para las
dos.
Julio García Mardomingo