
Sabido es que el abuso sexual de las mujeres ha sido
siempre una práctica social más o menos tolerada, apenas criticada sotto voce.
“Esa se lo
hace con su jefe”
Sí,
el director se tiraba a la secretaria, y si había problemas mandaba al marido a
una sucursal lejana con o sin aumento de sueldo.
El
jefe del súper se lo hacía con las cajeras, que evitaban así los turnos de
festivo; y algo semejante sucedía entre los encargados y las reponedoras.
Los
cirujanos se acostaban con las enfermeras.
Los
pilotos con las azafatas.
Y
el director de orquesta con una clarinetista
A
Frank Sinatra se la chupaba una groupie
antes de salir a escena.
Al
presidente de los Estados Unidos se la chupaban las becarias, y guardaban el
vestido manchado como un “guardapolvo”
El
presidente del FMI se lo hacía con la femme de chambre.
Marilyn
Monroe suspiraba feliz cuando acaba un rodaje: “ya no tengo que chupar más
pollas hasta la próxima peli”.
En
el franquismo se hablaba del abuso continuado de un rijoso productor de cine
sobre una niña prodigio que había alcanzado la pubertad, pero nadie pensó que eso podía ser un delito. De
hecho, hasta el año 2015, el sexo
consentido no era delito si la menor tenía ya 13 años.
Se
trata, en suma, de una especie de derecho de pernada del superior sobre sus
subordinadas. También podía darse el caso entre jefas y currantes o entre
individuos del mismo sexo, pero estos casos serían minoritarios.
Viene
este post a colación del escándalo surgido recientemente con la conducta del
tenor Plácido Domingo.
No
le falta cierta razón a Domingo cuando dice que se está juzgando su
comportamiento con pautas, con “reglas y valores”, muy distintas a las
actuales.
Aunque
no quiere esto decir que su conducta nos
parezca disculpable, creemos que deberíamos separar la conducta personal con el talento creativo
del individuo y, como dice este tenor, tener también en cuenta el contexto
social de los hechos:
El
presidente George Washington llegó a tener 317 esclavos vivos.
Karl
Marx abusó de la criada de la casa, le hizo un hijo, y se lo endilgó al buenazo
de Engels.
El
novelista francés Louis Ferdinand Céline fue un repelente nazi, pero escribió en
1932 una de las mejores novelas francesas contemporáneas.
Así mismo, el compositor Richard Strauss se convirtió en el
gran director de los conciertos de la jerarquía nazi, pero seguimos escuchando
sus obras sin recordar aquel horror.
Salvador
Dalí fue un exegeta de los crímenes franquistas, pero a nadie le cabe la menor
duda de que fue uno de los grandes artistas del siglo XX.
Pensamos
así, que la ovación que Plácido Domingo recibió hace pocos días en el Festival
de Salzburgo no era una apología a su conducta moral, sino simplemente un
reconocimiento de sus méritos musicales.
Que
el párrafo anterior esté escrito en pretérito no quiere decir que hayamos
superado esa lacra social, el cambio social es generalmente un fenómeno de larga duración.
El
acoso sexual, el chantaje o la coacción no cesarán fácilmente en los acosadores
más comunes, aunque quizá sí habrán de moverse con mayor discreción. El avance
de las leyes facilita las denuncias, y el que más y el que menos debería tener en
mente la posible reacción de la víctima si las cosas se torcieran.
No
nos parece acertado, a pesar de que algunos lo crean, que la humanidad esté
sufriendo una degradación moral con respecto al pasado. Se han dado pasos de
gigante en la condena de prácticas sociales, cuyo recuerdo, hoy, nos avergüenza
y horroriza:
La
esclavitud, la tortura, los genocidios, la pena de muerte, eliminada en muchos
estados, la segregación racial, etc.
Que
el cambio social sea lento no quiere decir que no haya momentos decisivos en la
historia. Fenómenos que se producen de
la noche a la mañana repentinos que marquen de forma irreversible el comienzo
de una nueva era.
Queremos en
esta entrada rendir un homenaje a las gentes valientes que denunciaron esas
conductas odiosas, marcando un hito a partir del cual nada volveía a ser como
fue:
El
1 de diciembre de 1955, Rosa Park regresaba de su trabajo en autobús y fue
obligada a ceder su asiento a un pasajero blanco, se negó, y ahí empezó la
chispa del Movimiento por los Derechos Civiles en los Estados Unidos.
.

En
septiembre de 1957, los llamados “nueve de Little Rock”, un grupo de estudiantes
afroamericanos fueron a clase el Little
Rock Central High School in Little Rock, Arkansas, siendo detenidos por la Guardia
nacional A partir de ese suceso, los estudiantes negros alcanzaron los mismo
derechos que los demás ciudadanos.
Y para
quedarnos en nuestros días:
Alyssa Milano, consiguió con un tweet acelerar
el reguero de pólvora del movimiento #MeToo, a sabiendas del
boicot que sufriría por parte de los magnates de Hollywood.
Pero
fue Tarana Burke, diez años antes, quien había impulsado una campaña para
amparar a las víctimas del acoso sexual bajo la consigna de “Me too”.
Quizá
el movimiento más reciente sea Time’s up, fundado el 18 de Enero de 2018 por celebridades de Hollywood en respuesta al
efecto Weinstein. Un movimiento que según cifras de Wikipedia, en febrero de
2018 llevaban recaudados 20 millones de dólares para su fondo de defensa legal
t había reunido a más de 200 abogadas voluntarias
Con
la valentía de todos los denunciantes, nada volverá a ser como fue.
JGM